A veces, cuando la noche asusta y la oscuridad devora la ciudad, Vint sale a caminar, camina y camina como una sombra más, dando pasos insipientes, olfateando esos olores que sólo la noche puede brindar. Olores nauseabundos, olores calurosos, olores fríos, olores sin color y de locura. Olores presos, con dolor. Olores impuros, olores que meten miedo; que meten mucho, pero mucho miedo. Y Vint camina y camina; a veces para y piensa algunas cosas que no debería pensar. Pero no puede evitarlo y sigue pensando. Pensando en esos ruidos que no existen porque el negro de la noche se los llevó, pensando en los olores y en la gente ausente, que nunca está presente.
Y sin poder parar de pensar, Vint recorre los puntos más alejados y a veces grita, y a veces llora, tose, cierra los ojos y no para de pensar. Pensar y pensar, ¡y mientras más piensa, más duele!
Pobre Vint, ya está amaneciendo y no pudo parar de pensar, ya sea caminando, o sentado sobre un árbol escuchando a los cuervos cantar; revolotear sobre la carroña y el fuego; el humo de los pobres y las garras de los ricos...
Pobre, ¡pobre Vint!, su cabeza no para de girar y su mente es un espacio sin límites. Pero ya amanece y la tortura al fin termina. "Esto del insomnio va a terminar agotándome" piensa y se rasca la nariz, y lo hace con fuerza, ¡con mucha fuerza para ver si despierta!, o si realmente, no está durmiendo...
V.V.



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