Qué raro resulta ser, cuando vas caminando por la calle solo, sumido en tu ser interior, desgarrando ideas; canivalizando días, horas.
Qué raro resulta ser cuando te ves desde una vereda distante, y sentís que sos sólo una sombra en la calle gris. En esa hora dónde el crepúsculo se devora todas las almas sensatas.
Qué raro, sí, que raro y qué cambio brusco das, cuando en plena melancolía, ves otra sombra de reojo que te acompaña en soledad y, por curiosidad (sólo por curiosidad), dejás un segundo atrás tus ideas para dar la vuelta y ver esa silueta que te persigue.
¡Qué alegría! Tu cara de sorpresa se zambulle sobre esta persona y la llenas de afecto.
¡Qué alegría! Un amigo vino desde tan lejos a visitarte, y estabas tan solo que no podés creerlo.
La calle cambió: ahora ves el sol, los pájaros, las luces, los sonidos, la nitidez del espacio que te rodea con colores alegres, y ves a tu amigo abrazándote fuerte y sacándote del crudo invierno.
¡Qué alegría, qué hermoso!
-No te esperaba (risas)
-¿Viste que iba a venir? (más risas)
-Pero ¿cuándo llegaste? Cómo? Qué? Q? Q? Q?
Y mil preguntas más, y él responde:
-Acá estoy, acá estoy como te prometí para cumplir.
-¡Qué bueno! ¡tanto tiempo! ¿cenamos? Conozco un lug...
Ustedes se alejan, y yo los miro,
desde la esquina.
V.V.
Y mil preguntas más, y él responde:
-Acá estoy, acá estoy como te prometí para cumplir.
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