allá lejos, por horizontes
y los recorre sin cesar,
y los saborea como azúcar, como sal.
Aquél, que no lo niega,
que no es vencido por las brisas.
¡Camina, camina muy lejos!
y ni yo,
ni vos,
ni él,
ella.
Nadie,
puede verlo.
Está muy lejos, y cada vez más,
y ya no creo que camine, ¡no!
¡ahora corre carajo!, siento los pasos agitados,
¡corre!¡corre!, y mientras corre llora...
¡llora corriendo!, ¡corriendo llora!
ahí va él, por esos sitios
que ¿¡quién sabe!?, tal vez sean verdes,
o azules.
Cierro los ojos y veo,
un prado inmenso y una ladera,
un corazón de almendra,
no hay avaricia, no hay pena.
Y ahí está él sentado,
con palabras en las manos,
¡en los ojos!, en las venas.
Palabras, palabras y más.
Y con su boca juega,
con su mente se aleja,
nadie sabe si besa, si besa.
y vuelve a correr ¡corre!
¡Ya no quiere volver!
¡y corriendo llora!, ¡y llora corriendo!
y con lágrimas tiñe esas palabras,
y en la piel las retiene,
y en el alma.
Aquél, el que corre,
lejos, dónde nadie puede verlo,
en lugares remotos,
jugando con palabras.
Aquél que no lo niega,
y con la lluvia vuela,
¡solo y con esa lluvia vuela!
¡y que ahora también ríe!
¡y que ahora también ríe!
A aquél, se le obsequió
el nombre
de
poeta.
V.V.
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