Vint abre la puerta, sale a la calle. La calle ausente, los pies y las manos congeladas. La noche que se lo traga como a un alfiler, lo abraza y sólo hay una luz para ver: Un farol en la esquina. Y su luz parpadea, el foco hace ruidos al parpadear, ruidos de una electricidad nerviosa, impaciente.
Vint le echa una mirada al farol y ve su delgada silueta en el reflejo de los seis vidrios trapezoidales, que en conjunto forman una pirámide truncada de bases paralelas y hexagonal; vidrios más fríos aún que sus pies y manos, más fríos que el vapor que le sale de la boca al respirar.
Más allá del farol todo se torna oscuro y confuso, pero Vint no le teme a ese mundo. De hecho, logrará ser parte de él. Sigue avanzando, siente el viento cada vez más potente. A lo lejos, los pedales de una bicicleta se dejan escuchar, las hojas de los árboles revolotean y cuando las pisa, piensa en cucarachas.
"Junio es un mes difícil, casi hasta imperfecto", piensa Vint.
En su mente, puede sentir una música que lo envuelve, y comienza a silbar involuntariamente, como si esa música se apoderara de su cuerpo. Sí, silba una canción pero no recuerda el nombre, tal vez sea Ballad of a Thin Man. Cierra los ojos, su bufanda lo envuelve en un sueño extraño y de pronto oye un ruido que le corta el silbido, un ruido ofensivo, de vidrios rotos, en este caso se trataba de una piedra.
La luz del farol se apagó, el ruido de electricidad producido por el foco también, encerrando a Vint en un silencio casi absoluto. Era muy poco lo que podía verse. No había estrellas en el cielo que iluminaran la noche, sólo humo gris, nubes, tierra.
Vint no dio la vuelta para mirar el farol, pensó que podría haber sido peor; que la piedra lo podría haber golpeado a él; también pensó en esos vidrios explotando, rompiendosé, todos y cada uno de los pedacitos cayendo al suelo. Los pensó en cámara lenta, como en una película, los vio caer y sintió un escalofrío agudo. Vio su propia silueta fragmentándose en mil pedazos, haciendo explosión. Se sintió asilado, solo. Vaciló un instante como perdido, desenfocado. Nunca paró de caminar. Nunca volteó para ver los vidrios rotos en el piso, sostuvo las lágrimas lo más que pudo y rió como un loco solitario. Y su risa fue eco, que a su vez comenzó a crear otros ecos, algunos más graves y otros agudos. Vint los escuchaba, pero como si estuvieran en su mente. Apuró tanto el paso, que parecía que estaba corriendo.
Por fin abrió una puerta y entró al lugar, escapando del frío, de la humedad, del desgano. Sobre el suelo, una bolsa negra. La levantó, la dejó caer y se vio arrodillado, con sus manos sobre su cabeza. Comenzó a hacer sonidos extraños. Ya no sé si eran gritos, alaridos, risa, llanto. No, no podría saberlo. Evidentemente el ruido de la bolsa al caer fue lo que provocó en él una sensación de muerte.
El suelo de forma hexagonal y el techo igual, pero con una superficie que era el doble del suelo, lo decían todo, estaba atrapado. Levantó la mirada y encontró su reflejo en la pared con forma de trapecio. Después de un rato, de dar vueltas y vueltas sobre el hexágono, de tocar todas las paredes, de patear la bolsa negra llena de vidrios, se rindió. Se tiró al suelo y descansó, con los ojos cerrados, en posición fetal. Los dientes le chocaban haciendo un chasquido insoportable, nervioso, impaciente. Y así, siguió por horas, esperando el golpe.
V.V.
ese es vint.
ResponderBorrarpor cierto, ¡cuanto sabés de geometría!
pd: ¿hay acaso algún problema con el inigualable mes de junio?
ResponderBorrarMe gustó, mucho :)
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