viernes, 6 de agosto de 2010

A Bukowski







Chicas tranquilas y limpias con lindos vestidos


Todas las que he conocido son putas, ex-putas
locas.
Veo hombres con mujeres
tranquilas, amables -los veo en los supermercados
los veo caminando por la calle juntos,
los veo en sus departamentos: gente en
paz, viviendo juntos.
Sé que su paz
sólo es parcial pero hay
paz, a menudo horas y días de paz
todas las que he conocido son adictas a las píldoras,
alcohólicas, putas, ex-putas, locas.
Cuando una se va
llega otra
peor que la anterior.
...'no traigan más una puta por acá', les digo a
mis pocos amigos, 'me voy a enamorar de ella'
'no podrías estar con una buena mujer, Bukowski'.
Necesito una buena mujer
más de lo que necesito esta máquina de escribir, más
de lo que necesito mi auto, más de lo que necesito
a Mozart. Necesito tanto una buena mujer que
puedo saborearla en el aire, puedo sentirla
en la punta de mis dedos, puedo ver veredas construidas
para que sus pies caminen,
puedo ver almohadas para su cabeza,
puedo sentir mi risa que espera,
puedo verla acariciando un gato
puedo verla durmiendo,
puedo ver sus pantuflas en el piso.
Sé que existe
pero ¿dónde está ella en esta tierra
mientras las putas continúan llegando?
CH Bukowski


Viernes

Supongamos que Vint está fumando un cigarrillo sentado en el cordón de la vereda. El tiempo pasa, y a medida que las cenizas caen, la tierra gira y el sol se esconde. Vint disfruta de lo poco que le queda al cigarro y lo deja caer, cabizbajo, deja caer también su sombrero y parece que la fuerte lluvia se lo va a llevar a su hogar (¿quién sabrá dónde vive la lluvia?). Pero Vint se levanta y corre con prisa para alcanzarlo y lo logra, lo toma con las manos y vuelve a colocárselo en la cabeza, obviamente se empapa con el agua que éste contenía.

El sol ya se fue y la lluvia se potencia, Vint prende otro cigarrillo y decide entrar a un bar de mala muerte. En el bar hay un ciego en la barra tomándose un whisky, una prostituta hablando con el cantinero, y luces bajas, muy bajas, que hacen del bar un lugar menos recomendable para estar que afuera en la turbia lluvia. Pero Vint se queda, no hay nada para decir así que con una simple seña con la mano izquierda pide un whisky y espera.


Sábado

Ya pasadas las doce, en el bar queda poca gente; el ciego, la prostituta y unas amigas (también prostitutas) que acaban de llegar, el cantinero y Vint. La lluvia no cesa pero Vint se entretiene viendo a las prostitutas mostrarle sus pechos al cantinero y (sobre todo) viendo la cara de baba que pone este personaje frente a los pezones que irradian ardor. Más ardor que el quinto whisky que saborea Vint a largos tragos. Una de las prostitutas se acerca a Vint y éste la mira de reojo. Linda mujer, buenas curvas, vestido rojo escotado, "una musa inspiradora", piensa Vint y le echa una mirada. La prostituta, al ver a Vint con su piloto negro descocido y sus ojos penetrantes, cambia la cara, y Vint lo nota como ya lo ha notado en otras prostitutas.

La prostituta toma asiento al lado de Vint apoyando sus pechos en la barra y pide dos whiskies, mira a Vint y le dice:

-Yo invito.

-No me gusta el whisky-, replica Vint, a lo que la prostituta responde:

-¡Pero no mienta!, si lo vi tomando esos cinco whiskies como si fueran agua, ¡ah! desde que entré no pude quitar mis ojos de encima suyo.

-Hagámoslo rápido- dice Vint sin soltarle la mirada -, tome mi mano y sígame.

La siguiente escena es un tanto confusa, Vint sale del bar con la prostituta de la mano dando largos y rápidos pasos a través de los charcos. En el camino le pregunta su nombre y ella responde:

-¡Ya te lo dije!-

Vint se ruboriza y no hace más preguntas. Llegan a una casa con una gran puerta antigua y entran, en seguida los envuelve una sinfonía esplendorosa y caen de la mano, juntos, al suelo de mármol frío que dibujaba rombos violetas y blancos.


Domingo

Dos, sentados en un sillón mitad blanco, mitad negro. Estuvieron en silencio durante horas hasta la primera palabra de Vint -desvestíte-. Ella comenzó a sacarse la ropa hasta quedar completamente desnuda frente a los ojos secos de Vint. Su figura era perfecta: la cintura como un poste de luz, los pechos duros se verían en una situación complicada si pretendían entrar en la palma de una mano, sus labios: vaginales, y sus ojos como gotas de magma ardiendo sin parar.

-Ya estoy amor, son cincuenta, y si lo querés completo son cien, pero estoy segura de que vas a quererlo completo ¿verdad?

-Desvestíte- insistió Vint.

-Pero si ya estoy desvestida, decíme ¿a qué querés jugar querido?

-¡A que te desvistas de una buena vez!- gritó Vint y sacó un cuchillo del bolsillo. La sinfonía comenzó a sonar otra vez pero más rápido y la prostituta intentó huir desesperada, dando gritos de auxilio, pero fue en vano. Vint la corrió riendo descaradamente hasta alcanzarla, la tomó de un pecho y colocó el cuchillo sobre su cuello.

-¡No me mates por favor!, ¿No eras acaso un poeta?

-No soy un poeta, soy la poesía y en este momento un tal Bukowski me está necesitando y, ¿sabés de qué se alimenta la poesía del señor Charles Bukowski?- respondió Vint, a lo que la prostituta le dijo aterrorizada:

-¡No!, ¿de qué?, ¡no me mates!

-Del alcohol que tomé ayer, los cigarrillos, de la humedad sofocante y de la lluvia, de sinfonías de Mozart, y de un condimento especial: prostitutas, putas, rameras. ¡Pero no llores!, vas a morir teniendo el mejor de los orgasmos, creeme-. Soltó el cuchillo y la estranguló con sus dos manos, volvió a tomar el arma blanca y comenzó a cortarla de poco en pequeños pedacitos, cuidando de no derramar mucha sangre; primero comió los ojos, luego la nariz y siguió con la boca, disfruto también mucho la parte de los senos, a los pezones que eran como fresas se los tragó como un remedio, y siguió así hasta devorársela por completo. Metió su alma en una cajita bien cerrada y partió a paso lento hacia la casa de Bukowski.


Lunes

Vint está solo, sentado nuevamente en el cordón y fumando un cigarrillo, cuando una prostituta se le acerca con un arma cargada.

–Te estaba esperando- le dice Vint, y sólo se escucha por respuesta un disparo, Vint cae hacia atrás y con las pocas fuerzas que le quedan logra decir sus últimas palabras:

–Así, siempre así, el comienzo de otra semana-, y muere, lentamente, a los pies de una prostituta.

Por suerte, todo esto, sólo es una suposición.


V.V.





 

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