domingo, 7 de noviembre de 2010

Un día especial

Cuando desperté pensé en qué animal serías hoy. 
A veces es incómodo mirar a los ojos a un camaleón, o más que incómodo imposible. Todos sabemos que esa piel de serpiente no es más áspera que tu veneno y cuando quieras ser tucán llamame. Me dirigía a la cocina a prepararme un desayuno nutritivo y seguía pensando. ¿Qué animal serás hoy?, ¿qué animal? ¿Otra vez, quizá, tenga que esperar horas y horas para verte porque sos una tortuga? ¡Pero por el amor de Luis! si lo pienso bien prefiero ESO a que seas un felino y no pueda alcanzarte.
 Me distraje un segundo y el café hirviendo se rebalsó de la taza (que por cierto es de color azul) y me quemé toda la mano, la taza cayó al suelo, se partió en pedacitos y tuve que limpiar. Pero mi mente no se preocupó por eso, tomé la escoba e instantáneamente me puse a pensar: ¿Con qué animal me he de encontrar? 
 Es todo un desafío ir a buscarte a la mañana, pero creo que lo peor es cuando no te encuentro. Digo que es lo peor porque podes ser un ratón, o un pecesito en la bañera. ¡O peor aún! podes estar durmiendo, ¡esperando a que llegue la noche! para salir a cazar como un bendito murciélago. 
 Tomo mi desayuno con tranquilidad, total, es un día normal y no hay nada que me apure. Ni siquiera el hecho de irte a buscar porque no sé con que me voy a encontrar. Enjuago la taza, me visto, un poco de perfume, los dientes y salgo a andar. 
 Después de bajar once pisos, saludar al portero, pasar las dos puertas y tocar la vereda con los pies, miro al sol radiante y empieza a comerme la ansiedad, ¿qué animal será? ¿qué animal será? me pregunto sin parar. Mi respiración se acelera, el corazón como un taladro, las vibraciones de mi mente, las ideas, las hipótesis: ¿un cuervo, un león, una lechuza, un gallo, un perro, un corderito, una manta raya, una vaca? y miles de animales más pasan por mi cabeza.
 Acá estoy, parado frente a tu puerta, como todos los días, como todas las mañanas. Mi sangre corre muy rápido, ya no puedo ni pensar. Toco el timbre y me preparo para lo peor...
 Lo que sigue en esta historia es increíble, me esperaba muchas cosas, se los puedo asegurar, pero esto no. ¡No! No puede ser, abriste la puerta, y es peor, y más que peor. ¡Lo único que no debía pasar!, ¡el peor animal! Y me mirás con esos ojos tristes, esos pies pequeños, esos labios rosados, ese pelo largo. ¿A caso es martes 13? Tengo miedo de lo que me vaya a pasar.
 Frente a mí, erguido sobre dos patas, con un humano me tuve que encontrar.


V.V.




5 comentarios:

  1. Tal vez a nuestra muerte el alma emigra:
    a una hormiga,
    a un árbol,
    a un tigre de Bengala;
    mientras nuestro cuerpo se disgrega
    entre gusanos
    y se filtra en la tierra sin memoria,
    para ascender luego por las tallas y las hojas,
    y convertirse en heliotropo o yuyo,
    y después en alimento del ganado,
    y así en sangre anónima y zoológica,
    en esqueleto,
    en excremento.
    Tal vez le toque un destino más horrendo
    en el cuerpo de un niño
    que un día hará poemas o novelas,
    y que en sus oscuras angustias
    (sin saberlo)
    purgará sus antiguos pecados
    de guerrero o criminal,
    o revivirá pavores,
    el temor de una gacela,
    la asquerosa fealdad de comadreja,
    su turbia condición de feto, cíclope o lagarto,
    su fama de prostituta o pitonisa,
    sus remotas soledades,
    sus olvidadas cobardías y tradiciones.

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  2. Oh!, ¡el gran Sábato! gracias por el detalle de dejar ese hermoso poema (que no había tenido el placer de leer)... Pero, ¿quién tuvo el gusto de hacerlo? ¿o quiere permanecer en el anonimato? señor/a...

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